martes, 7 de julio de 2009

Todo y nada


















Todo puede cambiar con una mirada, es ella la que mira y todo lo cambia. Delinea sus ojos, delinea su alma, mira hacia arriba esperando con calma. No sé lo que espera, tampoco lo que sueña, no estoy en su mente, veo todo desde afuera. Y la veo a ella, sin una sonrisa radiante, con un atuendo que tampoco es hilarante, y yo me pregunto, en este instante, qué observador podría penetrar en su mente. Porque tenemos al observador elocuente, ese que habla mucho sabiendo todo lo que dice. Tenemos al observador silencioso, ese que mira con detenimiento cada detalle, analiza en cada paraje, mueve su lugar para observar, desde todos los puntos este paisaje. Pero no nos olvidemos del observador escribiente, ese que cada detalle retiene en su mente, lo escribe, transcribiendo lo que siente, expresando libremente, resumiendo lo que al oído le cuenta su corazón obsecuente.
Y aunque ella no lo note, ahora está rodeada, de observadores que buscan, descifrar el secreto de su alma. Solamente el más capacitado, podrá encontrar el secreto, o tal vez de con él, ese que no lo busque, el más simple, el más escueto.

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